martes, 30 de setiembre de 2008

Feliz Día de cualquier cosa

Mañana, 1 de octubre, se celebra el Día del Periodista. Como todos los años, veré en algunos canales de televisión cómo tremendos tiburones que solo saben mañas -mas nada de periodismo- y que utilizan esta vocación [porque quien tome el periodismo como profesión es cualquier cosa menos periodista] para alcanzar sus ambiciones de poder, darán discursitos impostados, prefabricados, vacíos como su escala de valores.

Saben que no podrían ser «grandes» de ninguna otra manera porque, presentándose como periodistas o comunicadores, están protegidos para hacer todas sus sinvergüencerías y evitar así que los puedan meter presos. Claro, saldrán a decir que cualquier intento de hacer justicia ante los abusos que cometen es un «ataque a la libertad de expresión y de prensa». Y así, de tanto prostituir este derecho, alguien que es realmente afectado por quienes quieren silenciarlo, termina siendo el pastorcito mentiroso que decía «¡el lobo, el lobo!» y que muere engullido por el lobo de verdad.

Me dan pena, rabia y ganas de escupirles en el rostro esas personas que usan la nobleza de la libertad de expresión para presentarse como los héroes que no son.

Me dan pena y rabia esos pseudo hombres de prensa que chantajean a los demás escondidos en un medio de comunicación y que utilizan la fuerza de la prensa para generar una corriente de opinión que los favorece y que revienta a quienes no están de su lado o no les lavan los pies. Me dan pena, rabia y ganas de usarlos de felpudo esos tipos que pregonan en cada esquina una rectitud que nunca han tenido y que han envidiado de los que -afortunadamente- no son como ellos. Me dan pena, rabia y ganas de tirarlos al río del desprecio histórico esos advenedizos que se consiguen un lugar en un medio de comunicación para que su delincuencial comportamiento pase por patriotismo en una coyuntura favorable. Me dan pena, rabia y vergüenza ajena esos que no son capaces de hacerle frente a la injusticia cometida por los autohéroes de la libertad de expresión y que los adulan por temor a ser reventados por su poder y/o su dinero. Me dan pena, rabia y deseos de devolverlos al útero materno para que los aborten esos que no quieren hacerle el pare a los autohéroes y que los premian por ser de su argollita de mafiosos o por temor a sus represalias.

La libertad de expresión no es para utilizarla, es para lucirla. No es para atacar al que tiene menos rating o lectoría y, aprovechándose de la superioridad numérica de seguidores, meterle entre cejas mil mentiras a la audiencia o los lectores para beneficio propio. La libertad de expresión es un tesoro del pueblo, no un botín de filibusteros abusadores y violadores de los más débiles.

Delincuentes, eso son quienes intentan hacerse pasar por grandes defensores de una libertad de expresión y de prensa que ellos manejan para su engrandecimiento propio. Son terroristas de la libertad de expresión, ya que usan el derecho más elevado de la gente, metiendo miedo y creando mentiras para enriquecerse, hacerse poderosos y poder hacer sus maldades escondidos en una leyenda de sí mismos que ellos mismos han creado.

Tratan de sacar de su camino a quien se les ponga en frente, utilizando todos los medios en sus manos, porque no les parece valioso nada o nadie que a ellos no les sirva para hacerse poderosos y ricos. Y, si estás contra ellos, cuídate, son capaces de destruirte.

Pero, como siempre digo, esa especie subhumana que se hace pasar por «periodistas» y por «luchadores» de una libertad de expresión que han arrebatado a su verdadero dueño, el pueblo, son nada más que pedazos de mierda bien vestidos, con propiedades materiales pero sin un solo valor que inculcar a nadie, a pesar de sus repetitivas cantaletas pro libertades y valores.

Esos pedazos de estiércol andante no merecen ni siquiera ser nombrados aquí. Son tan insignificantes que se compran un lugar en la historia a punta de billete, poder y de infundir temor en sus contrarios.

Deben saber, falsos profetas, estafadores de la opinión pública, piratas de las esperanzas y violadores de la inocencia del pueblo, que yo no les tengo miedo y les seguiré haciendo la guerra. No tengo su plata, no me alimento -como ustedes- de falsas leyendas inventadas por ustedes mismos y «volteadas» por sus «leales» empleados que se arrastran por las migajas que caen de sus opulentas mesas.

Ustedes, su dinero, su falsa lucha por las libertades, su poder, sus poses de héroes y sus sobones de turno pueden irse a la misma mierda de donde salieron, con todos los gastos pagados por mi desprecio y un buen vómito de asco en su orgullo autofinanciado.

Ojalá algún día su locura y su descontrol desaparezca y sepan diferenciar el oro del lodo en el que viven.

Miserables, ¡feliz día de cualquier cosa! Yo sí duermo tranquilo.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...