viernes, 11 de junio de 2010

Fútbol, mecanismo de control social

Encontré este artículo en Voltairenet.org. Lo comparto.




La XIX edición de la Copa Mundial de Fútbol coincide con la primera crisis económica internacional del siglo XXI, que se mantiene como una amenaza vigente, sobre todo en economías como las de Grecia, España, Portugal y México. En ese contexto, la justa deportiva refrendará su papel como mecanismo de control social, consideran académicos.

Un partido de fútbol, coinciden especialistas, puede derivar en complejos mecanismos de control, como la manipulación, la persuasión, las cortinas de humo, las válvulas de escape e incluso la confrontación. Invariablemente, éstos se ejercen desde el poder y se dirigen a un público masivo. De preferencia, a las clases populares.

El doctor en antropología e investigador de la Universidad Iberoamericana, Roger Magazine, considera que la manipulación no es tan obvia como para que las personas puedan resistirse o quejarse.

“Mucha gente diría: ‘si esto es manipulación, no está mal. Me gusta ver el fútbol por televisión’”, indica el también autor del libro Azul y oro como mi corazón: masculinidad, juventud y poder en una porra de los Pumas de la UNAM.

Este 11 de junio, la Selección Mexicana inaugurará la Copa Mundial, al disputar el primer partido con el anfitrión, Sudáfrica. El juego será transmitido por televisión abierta. También habrá narraciones radiofónicas.

Ese viernes se espera que los mexicanos sólo hablen de fútbol, que olviden las decenas de ejecuciones que a diario se cometen en el país o la pérdida del empleo y del valor adquisitivo de sus salarios.

“El entretenimiento es la técnica persuasiva básica”, explica Jaime Viaña, sicoanalista y académico en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Recuerda que el mejor ejemplo de ello son las campañas de Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda en el gobierno de Hitler y responsable de la popularidad del régimen fascista nazi.

Viaña señala que el considerable espacio asignado a la sección deportiva en los medios de comunicación cumple con una función ideológica. Se trata de la antigua receta romana: “Al pueblo, pan y circo”.

Imposición cultural
El papel de los medios incluye la imposición de patrones culturales. Layla Sánchez Kuri, maestra en ciencias de la comunicación y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, analiza que éstos tienen por objeto hacer del fútbol una industria que crea necesidades falsas, hasta que alcanzan el rango de formas de control social.

Los 22 jugadores, líderes carismáticos, portan tacos Nike o Adidas. Sus playeras se atavian no sólo con los colores de la bandera que representan, sino con varios logotipos de trasnacionales.

“Se ha perdido la esencia del fútbol porque se ha sobrevalorado. Ahora todo es dinero”, critica el futbolista Alberto Aguilar, ex integrante de las fuerzas básicas del Cruz Azul. Agrega que el éxito de este deporte con las masas se basa en su sencillez: “El fútbol atrae a tantas personas porque es muy simple, es primigenio”.

La XIX edición de la Copa Mundial de Fútbol coincide con la crisis económica internacional, que inició en Estados Unidos a mediados de 2008 y que aún mantiene en jaque a economías europeas. A pesar de generar ganancias, este rentable torneo no contribuirá a superar la crisis.

Para que el Mundial tuviera posibilidades de generar una expansión económica, tendría que producir un cambio cualitativo: incrementar el producto interno bruto, además de aumentar el nivel de vida y el índice de desarrollo humano. Sin embargo, sólo crea condiciones para el lucro, explica Miguel Ángel García, consejero técnico estudiantil de la Facultad de Economía de la UNAM.

En Alemania 2006, la Copa Mundial que antecede a Sudáfrica 2010, se recaudaron alrededor de 700 millones de dólares, de acuerdo con el Informe sobre las finanzas de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación) de ese mismo año. La suma del rescate financiero de la actual crisis asciende a más de 12 billones de dólares.

“Hay una diferencia muy grande entre lo que los gobiernos y empresas utilizan para sacar al planeta de la crisis y las ganancias que trae un Mundial”, refiere el economista.

Miguel Ángel García agrega que el impacto económico no es el mayor beneficio que obtienen sus organizadores y patrocinadores: la utilidad mayor es perpetuar las formas de dominio.

Ernesto Priani Saiso, filósofo y catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras y estudioso de las relaciones de poder que se dan en la cancha, explica que “los medios de comunicación, los grandes inversores y el poder político aprovechan el fenómeno del fútbol y lo ocupan para favorecer sus propios intereses”.

Agrega: “La idea es: si yo logro convencerte a ti de que la Selección es una promesa mayor de lo que realmente es, voy a lograr que compres cosas, veas mis programas y disfrutes de la ‘calma social’”.

Estadios, termómetros de la violencia
La calma social, sin embargo, no siempre es el fin. Uno de los mecanismos de control social que se ejercen a través del juego es justamente lo contrario: la confrontación física y verbal. Los estadios de fútbol son ahora espacios propicios para la confrontación y pueden ser vistos como “termómetros del nivel de violencia social”, expone Layla Sánchez.

“Es el divide y vencerás”. Por ello se utiliza un lenguaje marcial: los comentaristas narran, con exacerbado nacionalismo, las “batallas” deportivas. En vez de ver futbolistas, vemos a soldados que van a pelear por un país, critica la comunicóloga.

Fútbol, objeto de atención del poder
Roger Magazine reconoce la dificultad de identificar dónde termina la manipulación y dónde empieza el surgimiento de algo crítico. Para él, el fútbol puede ser “el opio de las masas”, pero también un lugar donde surgen molestias.

En México, durante la inauguración del Mundial de 1986, la gente recibió con una “sonora rechifla” al entonces presidente Miguel de la Madrid, por su incapacidad de enfrentar, un año antes, la contingencia del terremoto, narra Juan Villoro en Dios es redondo.

En palabras del reconocido escritor: “La incontrolable multitud puede descubrir una voz propia y una conciencia crítica al reconocerse en forma espontánea como una fuerza circular”. (Con información de Isabel Argüello / Flor Goche / Edgar Guzmán / Elva Mendoza)

Los aficionados al fútbol asocian los triunfos de la Selección Mexicana con el desarrollo del país, y sus derrotas, con el retroceso del mismo: estudio Bajo estado de ánimo, si la Selección no pasa, realizado en 2010 por De La Riva Group, empresa especializada en investigaciones de mercado.

El fenómeno futbolero, un niño envuelto
Temor y entretenimiento: con estos ingredientes ya se puede preparar niño envuelto, asegura el sicoanalista Jaime Viaña.

El profesor universitario recurre a la analogía de Gustavo Le Bond en La sicología de las multitudes y asimila a las masas (fanáticos potenciales del fútbol) con los niños.

El costo, reflexiona el sicoanalista: “Un detrimento de la inteligencia para preservar el infantilismo síquico. Y es que el infante no puede sofocar sus exigencias pulsionales mediante la razón, sólo la amenaza o la fantástica promesa apaciguan la falta del objeto anhelado… el cáliz sagrado, la copa”.

La “fútbolización” del Estado
Para el Estado, el deporte, y el fútbol en especial, juega un papel sumamente importante y múltiple como forma de control de la población. A la masa, la enajena y la “hace feliz” al impedirle ensimismarse en sus problemas reales y tomar conciencia de su situación de explotada, marginada y humillada. Le ahorra la preocupación de buscar una salida a su condición de paria, sostiene el sociólogo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Arturo Palacios Aguirre.

Para que funcione la maquinaria de explotación del pueblo, el Estado desarrolla mecanismos de control y represión. Uno de ellos es el fútbol, cuyo uso político por parte del gobierno, los partidos y los grupos cierra el círculo de enajenación y control. Recuérdese 1968: la feroz represión del gobierno de Díaz Ordaz estuvo acompañada de una descarada campaña que ensalzaba las olimpiadas para “borrar” la masacre, agrega.

La política, como se sabe, es la esencia de la actividad del hombre en la sociedad. Una actividad, una idea, un recurso, una personalidad, son palancas políticas en la medida en que mueven a las masas y son capaces de unificar voluntades para movilizarlas en pos de un objetivo concreto. En esa medida cobran importancia y reciben atención preferente de los partidos, clases, gobiernos, que buscan palancas políticas eficaces para agrupar a las masas en su derredor y hacerlas marchar bajo su dirección.

Desde este punto de vista, el fútbol es una importante palanca política de la que hacen uso discreto los gobiernos para conquistar simpatías y adhesiones. Y ésta es la importancia y la explicación que el gobierno mexicano concede al fútbol.

Para el catedrático de la UAM, en el capitalismo el rasgo más esencial del deporte, y del fútbol en particular, consiste en que se le trata como una actividad eminentemente comercial, como un negocio. El deportista es una mercancía que se cotiza en el mercado según su valimiento. Esto lo convierte en un ser egoísta, lo envilece y lo prostituye.

Así, dice, la causa desencadenante de su esfuerzo deportivo no es una causa noble, no es “el amor a la camiseta”, “el espíritu deportivo” o “el amor a la patria”, sino su interés por un sueldo elevado, las regalías y los premios. El deportista profesional no “juega”, trabaja; y quienes lo patrocinan tampoco están “fomentando un deporte”, están realizando un negocio. Así se explica la proliferación de clubes “dueños” de uno o varios equipos y la profesionalización de los deportistas en México y en todo el mundo.

El mismo hecho queda reflejado en el escaso interés que el Estado dedica a la educación física y el deporte de la juventud y de la sociedad entera. En la práctica, la casi nula actividad deportiva se reduce a los ridículos balbuceos que maestros mal preparados enseñan a los jóvenes en las escuelas primarias y secundarias. Ni en la primaria ni en la universdad hay actividad física programada. Fuera de las escuelas, la intervención del Estado en la actividad físico-cultural y deportiva de la sociedad es totalmente insignificante y marginal. La actividad deportiva descansa, totalmente, en manos privadas que la explotan comercialmente.

Por eso, precisamente, con motivo de la celebración del Mundial, del 11 de junio al 11 de julio, en Sudáfrica, la propaganda y los comentarios relativos al evento alcanzan niveles asfixiantes. El mundo y México transpiran fútbol. No hay manera de escapar a esta euforia futbolera, a la estupidización colectiva.

Palacios Aguirre agrega que el fútbol, a diferencia de otros deportes y entretenimientos, ocupa siempre un lugar destacado en la vida de mucha gente, atrae la atención de núcleos importantes de la población y ejerce considerable influencia sobre las clases populares.

“Por eso no es nada raro que funcionarios de alto nivel, incluido el presidente de la República, hagan a un lado asuntos de mayor importancia y se muestren más preocupados por los resultados de los partidos que por los problemas de sus respectivas carteras; reciban en sus despachos a futbolistas de prestigio con más atenciones y honores que a un diplomático de alto rango, y les otorguen premios que ya quisieran para sí algunos investigadores destacados.”

La crítica convencional
Para el sociólogo Arturo Palacios, la importancia concedida al fútbol por parte del pueblo es una expresión clara de su bajo nivel cultural y un resultado de la capacidad manipuladora y enajenante de los grandes medios masivos de comunicación, que han inducido con su propaganda esta especie de adoración masiva, de histeria colectiva en torno al fútbol y a sus practicantes.

“En cuanto a las autoridades, al Estado, se pretende que su ‘futbolización’ sea síntoma del carácter absurdo, irracional, del sistema capitalista, de la inversión de valores que produce; algo así como el acto inconsciente de una mentalidad colectiva desorganizada e irresponsable. Es frecuente encontrar en las prensa expresiones como: ‘no exagere, señor presidente’, “el honor nacional no está en los botines de la Selección”, etcétera, a propósito de alguno de los actos oficiales relacionados con el fútbol. Tales frases pretenden expresar que la conducta de las autoridades es un despropósito, un error de óptica, algo desmesurable e injustificable.

“Y sin embargo no es así. La crítica que hace descansar en el atraso de la masa y el poder manipulador de la televisión de un lado, y en la irracionalidad del capitalismo de otro, el fenómeno de la futbolización de la sociedad, es una crítica relativamente convencional por cuanto no va a la raíz de la cuestión. En realidad, el fenómeno del fútbol, como la televisión misma o la pornografía, no puede ser explicado por alguna o algunas causas, en forma definitiva. Son fenómenos que están totalmente integrados al sistema, forman parte consustancial del mismo, lo explican y lo sostienen tanto como el sistema entero explica, sostiene y alimenta al fútbol, la televisión enajenante o la pornografía.

“El capital en general tiene en el fútbol un buen recurso para captar la atención de la masa y para hacerla que encienda su aparato de televisión y bombardearla con la propaganda de las mercancías. Mientras el espectador ‘se divierte’, recibe, sin darse cuenta, múltiples “mensajes” disfrazados de comerciales. De este modo va siendo condicionado para que consuma cualquier cantidad de productos. El comercio televisivo, por su parte, al ganar mayor auditorio, mejora su negocio, pues crece el número de anunciantes que están dispuestos a pagar cantidades exageradas por ‘un minuto’ de propaganda o por un spot”.

Los comerciantes del deporte y la televisión se dieron cuenta, hace mucho tiempo, que sus respectivos negocios pueden prosperar mucho más aprisa si se unen y apoyan mutuamente. Por esta razón, en la actualidad, los consorcios televisivos y los “dueños” de los clubes deportivos forman una sola empresa destinada a enajenar, a embrutecer al público, al pueblo, a las clases más desprotegidas cultural y económicamente, mediante un continuo bombardeo de propaganda consumista mientras le hacen “disfrutar” un partido de fútbol.

Los dueños de los clubes deportivos, a su vez, ven subir sus utilidades como la espuma, tanto porque la propaganda acarrea espectadores a los estadios, como porque crece el monto de las regalías que cobran por “derechos de transmisión” del evento futbolero.

Así pues, no sólo es la televisión la que se beneficia con la popularización, con la propaganda exagerada acerca de las excelencias del fútbol, ni tampoco los dueños de los clubes deportivos, ni sólo los anunciantes, sino toda la clase capitalista en su conjunto. Los únicos perjudicados son los pobres, los humildes, las clases populares que, gracias a su indefensión cultural y económica, son víctima de las mentiras, las frases hechas y los falsos valores con que los bombardean de día y de noche la televisión.
Por eso, a pesar de su aparente carácter progresista y radical, es un craso error, un claro espejismo intelectualoide, la crítica convencional de los partidos y personajes de la “izquierda culta” que pretende que la preferencia del Estado por el fútbol no merece otra cosa que el desdén, el desprecio. La fútbolización del Estado es un claro y peligroso acto de la lucha de clases que merece toda la atención de los sectores progresistas dispuestos a esclarecer los verdaderos objetivos de la futbolización del Estado entre el pueblo. Cualquier concesión en este terreno, aunque se disfrace de “superioridad intelectual”, es un retroceso imperdonable.

Finalmente, Arturo Palacios considera que, para acabar con esta situación, “lo que se necesita no es salir del subdesarrollo, sino del sistema capitalista y luchar por una organización social más equitativa e igualitaria, que verdaderamente le dé su lugar e importancia al fútbol en particular y al deporte en general como forma integral del desarrollo físico y emocional del pueblo”. (José Réyez)

sábado, 5 de junio de 2010

6 de junio: El Día del Pecado

Nos han hecho creer, para poder controlarnos, que la naturaleza humana ha sido maldecida por Dios con el pecado original.

Nos han hecho creer, para volvernos débiles, que debemos arrepentirnos de nuestras tendencias más naturales, calificando de pecado todo aquello que es propio de nuestra pertenencia al género humano.

En honor a la naturaleza humana, toda ella completa, y para reflexionar acerca de cuán engañados nos ha tenido el cristianismo por veinte siglos, decidí instaurar el Día del Pecado el 6 de junio de 2006 (6.6.6).

La idea detrás de esta celebración es cambiar nuestra conciencia, reconociendo que el pecado no existe, que fue inventado, que fue creado para espantarnos de nosotros mismos y apagar la fuerza natural de una humanidad que podía regirse por sí misma, que podía hacer de su voluntad la verdadera moral, una moral regida por el respeto a nuestras inclinaciones más básicas y no por el temor a un castigo eterno.

El Día del Pecado se celebra cada 6 de junio a modo de protesta contra la opresión de las religiones, en especial la cristiana, y a modo de exaltación de la grandeza de la naturaleza creativa del ser humano, aquella que, cuando es doblegada por el temor, la debilidad y la inseguridad, nos aleja de nosotros mismos y nos hace inclinarnos ante falsas deidades, sacerdotes aprovechados y mitos plagiados de otros más antiguos. Pero, cuando se usa para desarrollarnos, saca lo mejor de nosotros, las obras artísticas y científicas más excelsas, aquellas que mejoran nuestras existencias y nos acercan, a través de la búsqueda constante, a una divinidad interior que no requiere de templos, de sectas, de representantes imperfectos que se hacen pasar por perfectos y crean instituciones que promocionan el temor y la debilidad como requisitos para ser felices.

El Día del Pecado es el día de los fuertes, de quienes no aceptamos ser oprimidos, de quienes queremos ser respetados por nuestra individualidad. Es el día de quienes queremos decirle a los líderes del mundo que ellos podrán oprimir a los que los temen, pero que a nosotros no nos controlarán, que nosotros nos controlamos a nosotros mismos, porque somos suficientemente responsables y dignos para ello.

No es un día de ateos, de satánicos ni de anarquistas. Es un día de quienes creemos en el dios interno, en el poder propio, en la voluntad humana, en el plan de uno mismo, en la eternidad de la propia decisión, en el cielo de nuestras ideas propias y en el infierno de la no aceptación de lo que nos impone la sociedad cristianizada.

El Día del Pecado es un día para exaltar la responsabilidad humana, la capacidad que tenemos todos de dirigir nuestras vidas sin que nadie nos apunte con el dedo. Es un día en el que recordamos que la salvación depende de nuestra convicción y no de la opresión de quienes les dijeron a nuestros abuelos y a nuestros padres que solo un camino es el verdadero.

Hoy es un día para reflexionar en que la culpa de lo que hunde al mundo en la oscuridad es de quienes nos imponen una verdad como la única. Es un día para aceptar que esa verdad no ha hecho libre a nadie, que solo la duda y el cuestionamiento es lo que nos hará libres.

Hoy es el día de la voluntad, aquella que fue bautizada como pecado por quienes necesitan destruir el libre pensamiento para obtener su propio poder.
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