domingo, 15 de agosto de 2010

Fiebre de sábado en Miraflores

3.15 AM. Los gritos de hombres y mujeres discutiendo se hacen cada vez más fuertes en Tarata, Miraflores. Al comienzo, parece una de las típicas bronquitas de fin de semana, una más de esas a las que estamos acostumbrados quienes vivimos en esta parte del distrito que los visitantes usan de bar caleta y de pasaje para encontrar una salida hacia una calle en la que puedan parar un taxi para volver a sus casas (normalmente en otro distrito).

Pero, poco a poco el ruido sube y el descontrol parece exceder los límites de la costumbre. En menos de dos minutos, dos grupos de chicos empiezan a insultarse y agarrarse a golpes, mientras sus acompañantes femeninas chillan, insultan, blanden carteras y exigen que se metan "uno contra uno, a ver pues". En medio del tumulto se distinguen voces en inglés, un par de turistas están metidos en la colada.

Vecinos que están de pasada miran, resignados y atemorizados. Quienes vivimos acá nos asomamos por nuestras ventanas, creyendo que nuestros ojos recién abiertos podrán conformar una fuerza conjunta que servirá para apagar la bulla y poder volver a dormir, mientras los trabajadores de los restaurantes del pasaje intentan separar a los grupos.

Ni un solo policía. Ni un solo sereno. Y yo me pregunto: ¿dónde está ese fantasmal sereno que ronda Tarata todas las noches y que nunca aparece cuando estas cosas pasan? Sí, la misma pregunta de cada fin de semana (y de algunas otras noches también). Y me pregunto también qué dificultades administrativas hay que vencer para que a una cuadra y media de la municipalidad alguien ponga orden.

Los grupos se van dispersando, con lo cual el ruido no disminuye, al contrario, aumenta porque se gritan de más lejos. Y sigue durante unos quince minutos más desde dos sectores opuestos de Tarata, cada vez más alejados, con cada vez más pausa y más eco.

Y no hay serenos. Y no hay policías.

3.37 AM. Se oyen algunos gritos en los dos extremos de la calle y por primera vez una moto, una sirena grave y una voz multiplicada por un parlante. Silbatos (que no sé si son de un policía, un sereno o algún vecino que intenta hacerles creer que ya llegó la ley).

3.40 AM. Vuelve la "calma", palabra que aquí significa que se oyen ecos, las típicas bocinas de los autos que pugnan por voltear por Schell, Larco y Diez Canseco, las alarmas de los autos estacionados y que los borrachos no pueden abrir sin que suenen y las inocultables voces de los cobradores de combi que son ya parte del soundtrack de esta zona del distrito.

Una noche más, una noche casi normal en el centro de Miraflores.
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